La Escuela, el Colegio, el Instituto, el Centro Docente, un ESPACIO COLECTIVO PARA PENSAR, PARA APRENDER, PARA CONVIVIR, PARA INNOVAR, PARA SENTIR Y PARA LUCHAR.
Es necesario volver a repensar la escuela e inventarla desde posiciones de renovación didáctica y de renovación de la gestión, entre otras.
Tener en cuenta el pensamiento pero también contemplar la intuición y la propia sabiduría de cada uno, esa que no se enseña en los libros de texto.
Repensar: los libros de texto, los exámenes, la gestión de los tiempos escolares, los contenidos curriculares, los valores éticos y humanistas, la democracia y la participación en los centros, la comunidad escolar.
Dedicar, con carácter monográfico, algunas sesiones del claustro del profesorado a exponer y debatir sobre alguno de los temas anteriores, u otros.
Desarrollar el programa de “filosofía para niños” en la educación infantil.
Crear foros de debate: en los centros, en la comunidad escolar, en el sindicato, en la sociedad.
Trabajar la prevención de conflictos en vuestros planes de convivencia.
Romper la ilógica desconfianza entre profesorado y familias y viceversa.
Tomar a las familias como aliadas dado que existe un objetivo común.
Fomentar las relaciones basadas en la cooperación y en el respeto y no en el dominio y la sumisión.
Educar la responsabilidad con las cosas propias y con lo colectivo.
Incidir en los equipos de mediación para resolver los problemas de convivencia.
Fomentar la educación multicultural.
Potenciar una autonomía pedagógica auténtica.
Impulsar agrupamientos heterogéneos en lugar de agrupamientos por nivel de conocimientos, capacidades o resultados escolares.
Trabajar con respeto al ritmo individual de aprendizaje, con el alumnado que presenta dificultades para aprender, para relacionarse.
Promover metodologías activas y un modelo didáctico constructivista, de comunidades de aprendizaje, de trabajo cooperativo, de proyectos interdisciplinares y transversales, de investigación en el aula y en el entorno, de trabajo en equipo.
Reducir progresivamente el uso de libros de texto, elaborando nuevos materiales.
Afianzar procedimientos de evaluación ajenos a exámenes, reválidas, selección... y no limitarse a calificar al alumnado
Diseñar nuevos planes de formación desde el conocimiento y la colaboración de docentes, colectivos y centros que vienen desarrollando labores de reflexión y práctica en diversos temas (ideas, valores, organización), potenciando así la formación y renovación del profesorado provisional y definitivo.
El trabajo docente resulta gratificante y hermoso, pero requiere mucha energía, por tanto, resulta fundamental aprender a cuidarse, sobre todo en los aspectos emocionales, que son en realidad los que más desgastan.
Si el profesorado aprende a cuidar su campo emocional, cuidará mejor de los chicos y de las chicas.
Necesitamos aprender a cuidarnos física, mental y emocionalmente.
Fomentar la creatividad, el humor y la emoción en el trabajo docente diario.
Fomentar una educación en la que el profesorado tome como centro las necesidades globales (físicas, sociales, mentales, emocionales...) de cada uno de los chicos y de las chicas.
Hacer una educación emocional orientada a dejar los sufrimientos.
Trabajar para tener una autoestima ajustada, tanto del profesorado como del alumnado.
Partimos de que todos los chicos y las chicas tienen la consideración de valios@s, al margen de su nivel académico y de su conducta.
Permitir que puedan expresar sus emociones de manera adecuada.
No usar el miedo o la culpa como formas de motivación o para que obedezcan.
Hacer una educación emocional orientada a transformar los sufrimientos: enfado por alegría, miedo por confianza, la culpa por la inocencia, etc.