Grupo de trabajo de lucha contra el TTIP. CGT Burgos

Continuamos con la serie de artícúlos dedicados a informar sobre el TTIP, el Acuerdo de Libre Comercio e Inversión. En los dos anteriores tratamos de Los objetivos, el secretisimo y los lobbies y de El mito de la creación de empleo.

En esta tercera parte vamos a ver cómo la agricultura y la alimentación, desde la óptica de las multinacionales, dejan de ser medios de vida y fuentes de salud para convertirse en un inmenso negocio al que echarle el diente. Entre estas multinacionales destacan por su tamaño las empresas estadounidenses, como por ejemplo Monsanto o Cargill.

Recordemos que el TTIP es un Acuerdo de Libre Comercio e Inversión que está siendo negociado entre la UE y EE.UU, rodeado de secretismo y bajo la tutela de las grandes empresas. Pretende eliminar las normativas laborales, medioambientales, sanitarias y sociales que supongan obstáculos al libre comercio y a la libertad de inversión (posibilidad de que las multinacionales puedan deslocalizarse o abrir filiales a un lado u otro del Atlántico). Todo esto acompañado del Mecanismo de Resolución de Disputas entre Estado e Inversor. Este permite a los inversores extranjeros denunciar a los Estados frente a un “tribunal” ad hoc en caso de que se hayan aprobado o se estén aprobando regulaciones que supongan una merma en sus expectativas de beneficio.

En el anterior artículo desmontamos el mito de la creación de empleo que precede al TTIP así como apuntamos las más que probables pérdidas de derechos laborales a las que nos dirige. Ahora nos centraremos sobre sus consecuencias en el ámbito de la seguridad alimentaria y sanitaria.

Principio de precaución
Como hemos dicho al comienzo, la alimentación es un gran negocio para las multinacionales agroalimentarias, entre las destacan las de capital norteamericano. Sin embargo, a la hora de entrar en el mercado europeo se enfrentan con una legislación más estricta, que es lo que pretende abolir este tratado. Concretamente en la UE rige el “principio de precaución” por el que cualquier sustancia sospechosa de ser tóxica no puede sacarse al mercado sin que la empresa previamente haya demostrado su inocuidad. Sin embargo en EEUU las cosas ocurren de un modo diferente. La empresa saca el producto al mercado y después tiene que ser la Administración quien demuestre que es tóxico para poder prohibirlo. Es este “principio de precaución” el que está en el punto de mira de las negociaciones, por ser la principal barrera no arancelaria con la que se topan los productos de las empresas estadounidenses.

Reconocimiento mutuo de productos
Si no se llegara a abolir el “principio de precaución” (objetivo prioritario para el Secretario de Comercio de EEUU, encargado de las negociaciones) la otra carta que los lobbies de la agroindustria se guardan en la manga es el reconocimiento mutuo de productos. Esto significa que un producto de EE.UU. (que cumpla los estándares de Estados Unidos) se permitiría de forma automática en la UE (incluso si no cumple las normas de la UE), y viceversa.

Inseguridad alimentaria y sanitaria
De una manera u otra al final nos veríamos inundados por productos con pocas o nulas garantías sanitarias. Concretamente nos enfrentaríamos a:

   * Autorización de OGMs sin información en el etiquetado
   * 30.000 sustancias químicas prohibidas en la UE pero que se permiten en EEUU, tanto en alimentación como en pesticidas, cosméticos, productos de higiene...
   * Carne de vacuno tratada hormonalmente para incrementar la producción de leche y cuyo consumo se ha relacionado con casos de cáncer.
   * Mayor presencia antibióticos en la carne que consumimos. Mentras que en la UE su uso está restringido al tratamiento concreto de enfermedades, en EEUU  se hace un uso descontrolado de los mismos.
   * Desaparición del origen en el etiquetado; por extensión se acabaría con las Denominaciones de Origen.

Organismos Genéticamente Modificados (OGMs)
En este caso no es solo que no estén sometidos en EEUU al “principio de precaución” sino que se les considera productos totalmente asimilables al resto de productos alimentarios, sin que se plantee duda alguna sobre su seguridad. En consecuencia están totalmente permitidos. Tal es así que el 70% de los productos alimenticios que se venden en los supermercados estadounidenses contienen ingredientes genéticamente modificados.

En cuanto al etiquetado, aunque cerca de la mitad de los estados de la EEUU obligan a indicar en la etiqueta la presencia de OGM, a nivel nacional no es obligatorio que aparezca, dado que tienen la consideración de productos totalmente asimilables al resto de productos alimentarios. Monsato está presionando para acabar con estas disposiciones y hacerlo extensible a la UE a través del TTIP.

El menor número de OGMs permitidos en la UE no se debe solo al principio de precaución, sino a que su aprobación debe pasar por el Consejo de Ministros de Medioambiente y aquí solía haber una mayoría en contra. Sin embargo, la industria agroalimentaria ya ha movido pieza y ha conseguido que la UE permita que un país pueda prohibir en su territorio el cultivo de un transgénico, pero a cambio ese país no pueda votar en el Consejo de Ministros que otros países no lo puedan cultivar.Esto supone que resulte más fácil que su aprobación no quede bloqueada en el Consejo de Ministros de Medioambiente.

Por último hay que recordar que los transgénicos no solo suponen un riesgo en sí mismos, sino que hay que añadir los pesticidas que se emplean. De hecho algunos piensos con transgénicos que se emplean en EEUU están prohibidos en la UE porque se ha demostrado que la toxicidad de los pesticidas con que son tratados se mantiene en la cadena alimenticia. Con el TTIP llegarían a nuestros platos.

El fin de la compra local en comedores colectivos (escuelas, hospitales...)
A parte de la falta de garantías sanitarias, la UE está presionando a EEUU para que acepte vetar las cláusulas de compra local en los contratos de servicio de comedor en instituciones públicas, como comedores de hospitales y colegios públicos.

Un modelo agrario
Y no solo está en juego nuestra salud, lo cual es intolerable, sino también está en juego lo que queda del mundo rural.

La eliminación de aranceles (recordemos que el sector agrario es de los pocos sectores donde los aranceles son algo más altos) y la autorización de una serie de productos y prácticas propias de las grandes explotaciones estadounidenses (OMGs, hormonas, uso masivo de antibióticos...) harán muy difícil que las explotaciones europeas puedan competir con las explotaciones estadounidenses, 13 veces más grandes y más penetradas por el capital de las empresas multinacionales.

Estamos ante la recta final de un proceso de implantación de un modelo agrario basado en grandes explotaciones propiedad de grandes empresas dedicadas al monocultivo. De hecho, el NAFTA, Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá, EEUU y México, que lleva 10 años en vigor, supuso que dos millones de campesinos y campesinas mexicanas tuvieran que abandonar el cultivo de sus tierras.

Al igual que en los otros artículos terminamos recordando que esto, y mucho más, pretende aprobarse para finales 2015. Después tendrá que ser ratificado por el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y los Parlamentos Nacionales cuya Constitución así lo exija.

Es responsabilidad nuestra pararlo en la calles, antes de que sea demasiado tarde.

No más negocios a costa de nuestros derechos y de nuestra salud. Nuestras vidas por encima de sus negocios.


Última modificación: 30/11/2014